Mis rodillas besan la tierra,
mis manos llaman al cielo
para suplicarte perdón.
Perdóname
por la manzana, por Eva, por Adán,
por maldecirte en las cegueras de mi vida,
por evocarte cuando las nubes de mis errores
rugían en la tempestad.
Por atormentarte con mi destino,
con mi camino, con mis pasos.
Dejándolo a ti, siendo yo el responsable.
Por dejarte solo con todo, como te dejamos en la cruz.
Perdónanos,
por estropear el planeta, el universo,
por no dividir el pan, por multiplicar el odio,
por no amarnos ni a nosotros mismos.
Por usar tu nombre, tu salvación, tu fe,
tu redención que cada día destruimos.
Por dejarte solo, como en la cruz.
Te prometo
ser consecuente con mis actos,
mi existir, te libero de mi carga.
Y ustedes,
volverán a dejarlo en la cruz
o prometerán lo mismo.
¿En verdad lo aman?